Cada vez son más los jóvenes que eligen cursar carreras de comunicación en terciarios y universidades de Argentina. Las razones por las cuales se sienten atraídos a las mismas son diversas. Lo único es que los alumnos viven este proceso con mucha adrenalina, o por lo menos eso es lo que ocurre en la escuela de periodismo Taller Escuela Agencia (TEA), ubicada en Capital Federal.
Esta institución terciaria, fundada hace ya más de veinte años, cuenta en su segundo piso con una sala de redacción equipada con una gran cantidad de computadoras para uso exclusivo de alumnos, tanto actuales como ya graduados. Allí el ambiente es bastante tenso, y el silencio no es precisamente un aliado. Estudiantes de distintas edades, cursos y niveles van y vienen, recorren el espacio. Otros están sentados frente a los monitores, con las manos sobre el teclado. Por momentos parecen desconcertados, perdidos en aquella hoja blanca de la que no quitan la vista de encima, y dejan que sus rostros expresen todos sus nervios y temores.
Los profesores y el alumnado respetan un pacto: todos son periodistas graduados y con un trabajo en una redacción verdadera que les exige cumplir con una consigna y entregar a la hora acordada. Por eso es que, como guardias de seguridad, se ve a los talleristas recorriendo el lugar para poder disipar las dudas que puedan surgir de los jóvenes que, desesperados, tratan de ganarle al reloj y llegar a tiempo a terminar sus trabajos.
Existe una enorme complicidad entre los compañeros. Discuten, se prestan información, pasan datos y, al mismo tiempo, tratan de corregir los errores que ven en los escritos de quienes tienen al lado. Muchos acompañan esta ardua tarea con una taza de café. Tampoco falta quienes se toman un pequeño "descanso" para poder conversar con sus futuros colegas antes de emprender el camino, muchas veces sinuoso y confuso, hacia la construcción de un texto periodístico.
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