Su madre provenía de Italia. Su padre era alemán. No se pudo precisar con exactitud el día de su nacimiento, pero lo cierto es que Roberto Arlt llegó al mundo en el año 1900 y con el también nacía su sueño de ser escritor. Desde los ocho años el pequeño Arlt escribía cuentos y hasta le vendió uno a su vecino por cinco pesos. Tiempo más tarde se convirtió en un autor influyente.
Su nombre completo era Roberto Godofredo Cristophersen Arlt. Se crió en el barrio de Flores, pero a los 16 años decidió abandonar su hogar paterno por las constantes peleas que tenía con su padre. Solo había cursado hasta el tercer grado en la escuela. En 1918 publicó su primer cuento, Jehová, en la Revista Popular N° 26. A partir de allí comenzó su carrera de escritor y periodista.
Entre sus obras se destacan El Juguete rabioso (1924), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931), El amor brujo (1932) y Aguafuertes porteñas (1933). La última es una recopilación de los textos que Arlt publicaba diariamente en un diario de aquella época, El Mundo. Escribía sobre la gente de Buenos Aires, sobre lo que el descubría en los rincones de la ciudad. Describía con voz propia lo que veía y decía sin rodeos lo que pensaba.
Arlt recibió muchas críticas por parte de sus contemporáneos por sus faltas de ortografía. Silvia Saítta, quien escribió El escritor en el bosque de ladrillos, una biografía sobre el periodista, afirmó: “A él le encantaba decir que tenía faltas de ortografía. Por un lado, porque lo muestra como alguien que no respeta leyes, que está más allá de la gramática. Es más que vanguardista, es ponerse al margen en literatura de una legalidad establecida”.
Su escritura estaba llena de imperfecciones, pero eso no le quitaba su título de gran escritor. Con su espíritu crítico, él escribía de la misma forma que hablaba. Consiguió que sus palabras resuenen en el lector como si el mismo estuviera allí contándolo, y creó un vínculo entre los lectores y sus aguafuertes. Demostró que para poder hacer ese trabajo, a veces se necesita más que solo el uso correcto de las reglas de escritura. Arlt, sin dudas, se convirtió en un gran ejemplo para varios. Para todos.
En su memoria y como forma de homenajear a quien fue uno de los escritores más importantes de nuestro país y un ícono de nuestra cultura, en 1971 se construyó la "Escultura mural en homenaje a Roberto Arlt", en una plaza que hoy lleva su nombre, en el microcentro de la ciudad de Buenos Aires.
El escritor Juan José Saer encontró estas palabras para describir a su colega: “Arlt era de la raza de los que miran el sol de frente, de los que se aventuran, decididos, por la patria del mal. A diferencia de los que se sobreviven en la plaza pública, hizo sus libros con esa aventura. Y es por eso que hoy no está aquí para contarlo”. Murió en 1942 con solo 70 centavos en su bolsillo, luego de sufrir un ataque al corazón.
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