Las bibliotecas brindan inspiración y abren infinitas puertas para conectarse con uno mismo a través de los libros. Regalan un espacio que permite sumergirnos en el silencio y la reflexión, y más interesante aún, nos permiten realizar un viaje a través del tiempo y del mundo.
Estos espacios no diferencian sexo, edades, nacionalidades ni profesiones. Todos acuden por diferentes razones, pero el fin siempre es el mismo: el encuentro con el libro. La Biblioteca del Congreso de la Nación es un claro ejemplo. El bello e imponente edificio acoge “aproximadamente a 120 personas permanentemente”, cuenta orgulloso uno de los encargados de seguridad de la institución.
Son los empleados quienes realmente se ocupan de que se quiera regresar. Con su amabilidad y voluntad, ayudan a facilitar a los usuarios la estadía en la biblioteca, y así hacen que la cultura de leer un libro aumente y siga apasionando. Hay personal designado para cada área. La organización es prolija y sencilla. Los libros se encuentran en muy buen estado, y reflejan los cuidados que realiza la institución.
Para ingresar hay que realizar una cola frente al mostrador de entrada, en donde hay tres guardias de seguridad, sentados frente a sus respectivas computadoras. Solo se puede entrar al salón con el material que se precisa en las manos. Por eso hay casilleros detrás de ellos. Se guardan las pertenencias y se cierra con una llave que se entrega al usuario.
En el gran y frío salón, curiosamente no son libros lo que se observa a simple vista. Varias salas, carteles con indicaciones y mesas iluminadas son lo que predomina. En el centro se encuentra el mostrador en donde se piden los libros. Luego de unos minutos de espera, en los que se puede apreciar el hermoso lugar y descubrir que se encuentra en un estado impecable, se entrega el pedido y se puede escoger entre las ocho salas que hay para sentarse ya que el material no es circulante.
La biblioteca avanza tecnológicamente a la par del resto del mundo. Gracias a la digitalización uno puede consultar a través de internet la disponibilidad de material, anotar las claves correspondientes y luego ir a retirarlo. También cuentan con un servicio de microfilms, un sistema para archivar, gestionar y difundir documentos, que permite consultar numerosos diarios y revistas como El Mosquito, La Gaceta de Buenos Aires, entre otros.
Son los empleados quienes realmente se ocupan de que se quiera regresar. Con su amabilidad y voluntad, ayudan a facilitar a los usuarios la estadía en la biblioteca, y así hacen que la cultura de leer un libro aumente y siga apasionando. Hay personal designado para cada área. La organización es prolija y sencilla. Los libros se encuentran en muy buen estado, y reflejan los cuidados que realiza la institución.
Para ingresar hay que realizar una cola frente al mostrador de entrada, en donde hay tres guardias de seguridad, sentados frente a sus respectivas computadoras. Solo se puede entrar al salón con el material que se precisa en las manos. Por eso hay casilleros detrás de ellos. Se guardan las pertenencias y se cierra con una llave que se entrega al usuario.
En el gran y frío salón, curiosamente no son libros lo que se observa a simple vista. Varias salas, carteles con indicaciones y mesas iluminadas son lo que predomina. En el centro se encuentra el mostrador en donde se piden los libros. Luego de unos minutos de espera, en los que se puede apreciar el hermoso lugar y descubrir que se encuentra en un estado impecable, se entrega el pedido y se puede escoger entre las ocho salas que hay para sentarse ya que el material no es circulante.
La biblioteca avanza tecnológicamente a la par del resto del mundo. Gracias a la digitalización uno puede consultar a través de internet la disponibilidad de material, anotar las claves correspondientes y luego ir a retirarlo. También cuentan con un servicio de microfilms, un sistema para archivar, gestionar y difundir documentos, que permite consultar numerosos diarios y revistas como El Mosquito, La Gaceta de Buenos Aires, entre otros.
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